Los mismos profesionales de la salud reclamamos inversión en salud mental. A nivel de políticas y propuestas gubernamentales, los candidatos a cualquier cosa, nombran programas de salud mental, y se ha vuelto casi un tema de moda, además de preocupación. El concepto de salud mental es difuso y polisémico. A veces se relaciona con el estado o condición de una persona, patologías y problemas psicosociales; otras veces hace referencia a un campo de acción en salud pública o, a unas estadísticas que presentan los medios de comunicación. En fin, es un tema que cobra hoy en día un papel protagónico extraordinario.
El que sea confuso no es gratuito. En 1950, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decía que tener salud mental consistía en lograr un equilibrio entre los propios instintos individuales, tener relaciones interpersonales armónicas y mantener la posibilidad de cambiar el ambiente físico y social. Bueno, quizás estaba relacionada con la segunda guerra mundial que apenas terminaba. En este ejercicio, en dos párrafos, podemos visualizar que salud mental tiene un tinte político, psiquiátrico, social e histórico.
Lo cierto es que la confusión no termina ahí. Los psicólogos, apasionados promotores de salud mental, tampoco se ponen de acuerdo. Inicialmente, desde Freud se decía que estaba relacionada con hacer consciente lo inconsciente, de someter a la razón aquellos impulsos incomprendidos e intrusivos. Y de un lado totalmente opuesto, la psicología conductista argumentaba que la razón y la mente no existen y por lo tanto, se cuestiona el concepto de Salud Mental.
La psicología cognitiva, influida por la teoría darwiniana, refiere que la salud mental se puede medir desde la capacidad que tiene la persona para adaptarse al medio ambiente. Es decir, es sinónimo de adaptación y eficiencia social. Con una mirada algo diferente, la psicología humanista, conocida como la tercera fuerza, refiere que es sinónimo de coherencia y congruencia, que cada uno está llamado a buscar dentro de su propio yo cómo vivir en armonía y lograr la propia autorrealización.
Dicho lo anterior, parece ser que la salud mental no es algo que se pueda definir o explicar de manera específica, sino más bien, es algo que se refleja, que se siente desde lo subjetivo ¿estado de completo bienestar físico, mental y social como lo dice la OMS? Imposible.
Creo que: la salud mental no es un estado al cual se llega, sino que está en constante construcción y cambio, que tiene que ver con el día a día, con la armonía propia de quien se relaciona como elige hacerlo y con quien elige hacerlo. En tanto, depende de cómo se siente cada persona consigo misma y frente a los demás. Y un asunto no menos importante: de la forma en cómo responde frente a las demandas que la vida le trae, junto con la mejor respuesta que da al ambiente en el cual vive.
Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.
La salud mental es entonces un punto donde convergen múltiples disciplinas en tanto el ser humano es un ser biopsicosocial. Así, la salud mental, transciende el asunto de los límites para comprenderse desde la complejidad (ciencias de la complejidad).
Sin duda nos ha minado ( a los profesionales de la salud) la urgencia por los límites, no epistemológicos, sino los que impone el ego, y en eso puede radicar eso que menciona como falta de consenso.
Estoy de acuerdo, la salud mental plantea la posibilidad de transitar la vida y con ello la necesidad de construir, cambiar e ir adaptándonos.
Es un tema muy amplio y requiere de discusiones serias, para que hayan políticas y programas serios.