La sensación de aburrición del domingo por la tarde es una cosa que inevitablemente se experimenta cada fin de semana. Es algo tan automático como un bostezo, acompañado de angustia, algo de melancolía y la tristeza típica de una experiencia en la que lo placentero se acaba. Es como un síndrome de abstinencia que se padece, sumada a la queja constante de “ya mañana es lunes”.
Es que la culpa es del “juernes”, porque se anticipa el viernes, y esa anticipación es placentera. Del viernes porque se ejecuta el programa planeado desde el jueves, haciendo balance el sábado de lo bien que se pasó la noche anterior. Del sábado porque, de ir a trabajar, la jornada es más corta y se termina más temprano para complementar lo del viernes. Además de salir a disfrutar porque al día siguiente no se exige madrugar.
El domingo en la mañana, mientras uno se estira y la piensa dos veces para levantarse, el desayuno es distinto y con la posibilidad de hacerle digestión en cama mientras se escucha, no se ve en el televisor, algún programa de caricaturas. Al despertar, empieza el víacrucis: la recapitulación del fin de semana y, el balance de lo que se planeó hacer y no se hizo. Entonces aparece la culpa propia de aquel que quiso adelantar trabajo y no lo logró, o de limpiar la casa sin éxito alguno o, de hacer deporte con un esfuerzo totalmente ausente.
Dado lo anterior, se inicia en la mente una serie de pensamientos que constituyen la cuota inicial de lo que será la aburrición total de la tarde del domingo: “no tengo disciplina”, “prometo y no cumplo”, “así no lo voy a lograr”, “siempre hago lo mismo y no avanzo”. Y con mirada futurista, aparece la idea del lunes que cada vez está más cerca: “debo hacer almuerzo para la semana” “lavar y planchar uniformes”. Ideas de llegar al trabajo y encontrar de nuevo la compañera que me cae mal, el jefe que insiste en que todo es para ya, el transporte que es insoportable y la lluvia que me insiste en que no me levante de la cama.
En fin, lo trágico del inicio de una nueva semana y, lo catastrófico de renunciar a lo bien que me la estaba pasando desde el “juernes”. Y como tengo descuadrado el sueño con dos días sin madrugar, la noche del domingo no se duerme bien.
Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.
Es por ello que es inminente concentrarse en el « Aqui y ahora » , el juernes ya pasó y el lunes no ha llegado. Para pasar de un sòrdido Domingo a un Domingo placentero hay que estar « Awareness. :)
Es cierto. El encuentro con el presente nos permite conectarnos con nosotros mismos y con lo que sucede a nuestro alrededor. No obstante, el recuerdo del pasado también construye el presente, puesto que al recordarlo, se vuelve a vivir. La dificultad a veces está en adaptarnos a la ausencia de lo no tan placentero.
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