El profesor anuncia exposiciones para la próxima clase y en el estómago del estudiante algo pasa. Un vacío, un no sé qué, acompañado de palpitaciones que no logra entender por qué. Es como si se avecinara una catástrofe en la que está en juego tu vida y, mientras llega el momento, cuentas con el tiempo suficiente para anticipar una experiencia terrible. Te visualizas frente a tus compañeros y de quien te pondrá una nota que dictará si lo hiciste bien o mal. Mientras más se acerca el día y la hora, algo te avisa que no podrás dormir plenamente la noche anterior.
Con voz autoritaria pronuncian tu nombre y apellido, y la mente grita “auxilio, algo horrible está pasando“. El cerebro activa el mejor mecanismo de supervivencia que tenemos: el de lucha-huida. El tálamo da ordenes y el hipotálamo las coordina de manera organizada. Las glándulas suprarrenales segregan adrenalina y cortisol, el cuerpo colapsa. Requiere recursos para implementar toda la fuerza necesaria para defenderse.
El corazón impulsa sangre para que rápidamente llegue a los músculos más largos. Estos son, los pies y los brazos. Empieza la taquipnea para exportar más oxigeno a las células y poder luchar. Se moviliza la glucosa que es energía, mientras tú estás tratando de recordar lo que tienes que exponer. No puedes razonar porque la emoción ansiosa bloqueó el razonamiento y te está invitando a actuar. El problema es que no tienes contra quien defenderte porque nadie te está atacando, pero el cuerpo está listo.
La mente te ha secuestrado. Ha inducido al organismo a un estado de falsa alarma bajo un peligro imaginario que te desestabiliza, te colapsa y te descontrola. De manera automática activa la amígdala que dispara respuestas desproporcionadas y, si eres muy sensible, te pone más vulnerable; si eres tímido te bloquea; si eres rumiador te dispara tus obsesiones y si pretendes la perfección, te aumenta la insatisfacción de siempre.
Tienes una voz interior que te conversa todo el tiempo, un cuerpo que está listo para luchar y una necesidad de ocultar lo que pasa contigo porque eso empeoraría la “catástrofe”. ¿luchar con quién? ¿defenderte de qué? ¿tanta energía para qué? El organismo no lo sabe y tú tampoco. La mente te ha secuestrado.
Las interpretaciones, los pensamientos disparan emociones, las emociones crean impacto en el cuerpo y este, ciego como un títere, se moviliza internamente para sobrevivir. Ha sido secuestrado y engañado.
Mientras tanto, sigues de pie frente al grupo y el profesor te insiste en que inicies la exposición.
Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.
Somos presa de miedosque a veces son imaginarios.
Interesante reflexión.
Algo cotidiano que sucede con los estudiantes. De allí la importancia de generar estrategias que regulen esos estados emocionales, de manera que los mismos no interfieran en procesos para evidenciar los aprendizajes (tal como las evaluaciones por ejemplo).
Muy interesante y pertinente. Un saludo
Este sin duda alguna es uno de los mejores artículos que he leído en salud mental. Gracias Dr. Omar por darle cuerpo y cara a nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros miedos, nuestros pensamientos; solamente así podremos verdaderamente reconocerlos, enfrentarlos y vencerlos de una vez por todas.
~ Sil
Gracias Silvia por tus comentarios y sobre todo, por leer el texto.
Muy sentido el texto, pude imaginar toda la escena. Gracias por compartir Omar.
Y es una forma de combatir lo irracional que resulta ser algunas creencias. En la medida es que nos conozcamos y comprendamos la forma de procesar la información. se van haciendo ajustes en la forma de pensar. Gracias a ti por leerlo.