No siempre es depresión

El pensamiento suicida podría ser la conclusión anticipada de una evaluación negativa que hace la persona de una situación estresante, desatando insatisfacción psicológica. Un dolor psicógeno insoportable que se traduce en sufrimiento. La desesperanza que se convierte en los tapones de los ojos que no le permiten ver solución posible. El pasado que resulta ser una presión negativa por las malas experiencias y, un estado de constricción mental o visión de túnel que despierta una gran necesidad de escapar cuanto antes. Pero, no siempre es depresión.

El entrampamiento mental es una cárcel donde hay pocas luces, de hecho son bastante tenues. Con un pequeño respiradero y un sanitario que no funciona. No hay escapatoria ni siquiera de aquello que se piensa tanto, o de esa continua conversación interna que se quiere interrumpir por siempre y a la que se pretende vencer sin posibilidad alguna. La percepción de que no hay salidas, y los marcos que representan algunas puertas, están bloqueadas. Las manos en la cabeza muestran el desespero y el deseo de escapar. Pero, no siempre es depresión.

En algunos, sentirse atrapados tras sus propios barrotes, les lleva a mirar al suicidio como una salida viable al sufrimiento padecido. El deseo de escapar de sí mismo, los altos niveles de autoconciencia aversiva, la necesidad de destruir los esquemas negativos que más le atormentan como el percibirse no querido, incompetente, inadecuado, mala persona, que no encaja. Escapar de sus estados emocionales aversivos es lo que más desea. Y no siempre es depresión.

Interesante esto de “autoconciencia aversiva”. Similar a cuando conocemos a alguien que nos cae mal, no nos gusta porque su manera de ser nos parece insoportable. Cuando habla, como se mueve, sus expresiones e interpretaciones nos parece desesperante. No resistimos su compañía e inclusive rechazamos lo que nos dice. Quizás esa persona no tenga la culpa, pero es lo que sucede cuando estamos cerca de ella. Al final, hacemos todo lo posible para evitarla, esquivarla y escapar de ella cuando le vemos cerca. Ahora imagínate sentir todo esto por ti, por tu propia personalidad, por tus expresiones, pensamientos y maneras de razonar ¿cómo escapar de ti?

Y aparece la presión propia de aquellas ideas de los “no deberías” estar así porque lo tienes todo. Entonces ¿qué hacer con mis pensamientos? ¿pensar así es estar enfermo? aunque también es cierto que cuando pensamos solemos criticarnos, porque pensar es escucharse a sí mismo. Y ¿la pelea consigo mismo? Es algo difícil de responder porque para pensar tienen que haber, como mínimo dos personas al tiempo, que busquen ponerse de acuerdo sobre dos formas distintas de ver el mundo, y alguien tiene que ceder ¿cómo ceder ante mí mismo? además, pensar me exige ser elocuente y buen orador conmigo y ¿cómo evitar escucharme? ¿qué hacer entonces si no me va muy bien pensando cuando resulta emocionalmente doloroso? Es fácil. Habla.

Quizás lo que sucede tiene que ver con los bajos niveles de Autoeficacia o creencias que tengo de lo que creo que soy capaz. Esto me lleva a considerar una pobre expectativa de ser capaz de realizar una tarea con éxito, y de repetirme “haga lo que haga, no seré capaz de llegar a un buen resultado” a pensar que “no soy capaz de resolver lo que me aqueja” a que “jamás podré encontrar la solución porque no la hay”. De ahí que se interioriza desesperanza, impotencia, necesidad de escapar y al abandono por la vida. Pero, no siempre es depresión.

Sería interesante empezar a analizar tus “no soy capaz” y así establecer que, si bien la solución no es siempre la que se quiere, sí podrías ser capaz de tomar decisiones que permitan ensayar alternativas distintas de vida.

Omar Amador

Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.