Quizás los extremos son viciosos y pueden resultar ser útiles en algunas ocasiones, aunque usarlos de manera frecuente puede conducir a problemas. Calificarse de manera extremista y dicotómica resulta ser un verdadero martirio para quien lo padece, puesto que quita la paz interior e incrementa la autoevaluación negativa con una regla en la mano que, frente a cualquier error cometido, trae consigo la “palmada” en la otra.
Imponer y pretender imponer al mundo nuestras reglas bajo un pensamiento binario, no deja de ser un comportamiento desadaptativo que conduce casi de manera inmediata al sufrimiento y la depresión. “qué desgaste estar pendiente de cada paso que doy, para luego evaluarlo y calificarlo”. Esto obstaculiza la espontaneidad, la creatividad y el disfrute.
El camino a recorrer bajo un pensamiento dicotómico está plegado de reglas, “deberías” y “tendrías”, relacionadas consigo mismo, el mundo y el futuro. También con el ambiente, la pareja y hasta al jefe, que conducen críticas destructivas, al menosprecio afectivo y un falso perfeccionismo ingrato. Si la regla no se cumple, entonces “soy mala”. Si la regla se cumple, entonces “soy buena”, como si no existieran medios o como si el mundo sólo fuera de extremos ¿te imaginas la vida en medio de dos orillas excluyentes? seríamos santos o pecadores, fieles o infieles, amigos o enemigos, lindos o feos, calvos o peludos, mejores o peores.
El autosaboteo, la inflexibilidad y la crueldad se unen para darse la mano y generar estrés, depresión y síntomas insoportables de ansiedad. Además, de crear reglas que se establecen bajo estándares tan altos que son imposibles de cumplir. Por ejemplo, “debería ser fuerte todo el tiempo”, “debería ser feliz siempre”. En ambos casos, ni siquiera Dios, en medio de su inmensa soledad, podría lograrlo. En la misma lista:
Debería encontrar muy rápido solución a mis problemas.
Debería ser capaz de adaptarme con tranquilidad.
Deberían sentirse orgullosos de mi (imposición de reglas a familia, amigos).
No deberían darse cuenta que no sé.
No debería perder el tiempo.
No debería ser vulnerable.
Mis emociones deberían ser más estables (reglas impuestas a las emociones).
Tengo que seguir estando bien.
Debería reír, decir algo gracioso, disfrutar.
No hay que ser adivino para anticipar el terrible viacrucis cuando de caminar por las sendas de tantas autoexigencias se trata. Aparece una lucha interna entre el sentimiento de frustración vivido y el sentimiento de frustración que no se debería sentir. El autosaboteo aparece cuando nos ponemos trabas y zancadillas al caminar.
¿Qué hacer?
Flexibilizar las normas, aflojar un poco el cordón, encontrar cuidadosamente las excepciones a la regla, hacer de la vida algo relativo, tomarse las cosas con un poco menos de seriedad. De negar los matices y los puntos medios, garantizarás una buena temporada de sufrimiento y dolores de cabeza. “literal”

Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.