Por qué procrastinamos

El término hace referencia a la tendencia a demorar el inicio y/o finalización de aquellas tareas importantes hasta el punto de causar incomodidad al padecerla. La palabra que viene del latín, significa “dejar algo para el día siguiente”. Es una conducta dilatoria y voluntaria que puede llegar a convertirse en un hábito generalizado de demorar la dedicación de las actividades planeadas. Puede darse de diferentes maneras, como en aquel que aplaza las tareas para experimentar emociones con la idea de que se consiguen buenos resultados al trabajar bajo presión. Otras personas, proceden demorándolas para no enfrentarse a sus propias limitaciones y evitar el fracaso. Sea como sea, la procrastinación es siempre una demora irracional e injustificada.

Algunas lecturas refieren que las conductas dilatorias están relacionadas con una falta de propósitos o motivación, aunque hay investigadores que lo relacionan con una postergación que no es intencional. Muestra de ello, en el 2004 se realizó un estudio donde se demostró que los estudiantes universitarios procrastinan menos cuando manifiestan la intención decidida de acabar una tarea escolar, cuando presentan un nivel más alto de conciencia y cuidado sobre lo que están haciendo, junto con sus consecuencias.

Procrastinar es incómodo, es peligroso y bloquea la posibilidad de ponerse al día en lo que hay para hacer. Es una fuerza o sensación psicológica que no deja avanzar, y en muchas ocasiones se convierte en un verdadero enemigo que es difícil vencer. Entonces, ¿qué hacer cuando la tarea es realmente compleja y grande? Una buena estrategia es partir la tarea en pedazos, escribirla, pues a veces no se sabe por dónde comenzar. Iniciar con un mapa o una maqueta de lo que debe hacerse, y ponerlo en trozos de metas pequeñas junto con un cronograma. Luego, es importante controlar el medio externo, las distracciones, ojalá estar libre de interrupciones, ceñirse a un horario y defender las horas programadas para la tarea. Ayudarse con situaciones y lugares donde la única elección posible es hacer lo que tienes que hacer, constituye una buena herramienta para la productividad forzada.

Finalmente, la paradoja como reflexión: Cuanta más capacidad se tenga para elegir lo que se hará, más tensión y ansiedad genera, y menos permitirá acabar lo que deber terminarse.

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