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¿Qué hay detrás de las relaciones amorosas?

Para dar respuesta a este importante interrogante se hace necesario plantear otro ¿cómo nos iniciamos en las emociones? La psicología evolutiva nos ayuda a responderlos.

Hacia los tres meses de nacidos, se evidencia curiosidad y el infante sonríe con facilidad. Hacia los seis, intercambian sonrisas, miradas y decepción ante lo inesperado. Hacia los nueve meses, los niños juegan, expresan enojo con el ceño fruncido y se sorprenden con ojos grandes. Al año de nacimiento, sienten temor hacia lo desconocido y a la oscuridad. Al año y medio, evidencian apego a la persona cuidadora y hacia los 36 meses, los infantes muestran ansiedad por separación.

Con el transcurrir del tiempo y la relación entre el infante y el cuidador, se va estableciendo una especie de compinchería necesaria para la adaptación y la supervivencia. Esto se conoce como apego. Un vínculo emocional recíproco y duradero que se establece para toda la vida, pues a través de él, aprendemos a relacionarnos con las personas significativas. Sirve como modelo a amar en las consiguientes relaciones que se darán a futuro.

El apego constituye una necesidad biológica de vincularnos, que hace parte de la propia arquitectura de cada ser humano. Inicia con la primera relación del recién nacido y su cuidador, y no termina con la lactancia, sino que perdura siempre como una marca personal. El apego es un proceso que sirve de base para todas las relaciones afectivas venideras en la vida.

La explicación hasta aquí, nos ayuda a dilucidar el por qué elegimos parejas maltratadoras, el por qué insistimos en continuar con aquellas personas que insisten en rechazarnos, o esperanzarnos con aquellas que no están disponibles. Parece que, en cada caso, estamos poniendo al servicio del otro, nuestro estilo de apego o de vinculación. Si quisieras tomar conciencia de cuál es tu estilo de apego, es cuestión de que respondas a estos dos interrogantes:

¿Qué pasa conmigo cuando mi pareja se distancia de mí un fin de semana? – ¿Qué pasa conmigo cuando percibo que posiblemente me van a dejar? .. es que en una relación amorosa, cada persona ofrece su estilo de apego. Por ejemplo, el desconfiado necesita cuidarse y vigilar. Su pareja, necesita saber que le celan para sentirse amada. En el amor egocéntrico, el uno requiere sentirse el centro de su mundo y del mundo de su pareja. Y su pareja, dar cuidados y responsabilizarse de la felicidad y bienestar de quien le acompaña.

Sandra fue una niña que desde pequeña se encargó de sus hermanos. Fue la mayor de tres hijos de un hogar con un padre alcohólico y ausente, y una madre empleada en casas. Sandra fue la responsable de la comida de sus hermanos, de su bienestar, de sus vidas. Hoy, cuando tiene 28 años, no se explica por qué se ha comportado como una madre cuidadora para sus parejas y no entiende que, después de ayudarles, todos le abandonan.

Alejandro tiene 24 años, está asistiendo a psicoterapia y después de una serie de consultas, va entendiendo por qué elige mujeres mayores que no están disponibles. Refiere que cada navidad le resulta tormentosa mientras desea estar con ella. Se queja de no poderle llamar por temor a que su esposo se dé cuenta. Dice que la esperanza es lo último que se pierde y es lo que mantiene viva la llama del amor. Al mismo tiempo que le resuena en su cabeza la promesa que le han hecho: que se van a separar para quedarse con él. Ya son tres años en esta dinámica.

No se trata de juzgar si las relaciones son malas o buenas. Menos aún, de juzgarnos por elegir a quien elegimos. Al final, resulta más conveniente comprenderse, mirar hacia atrás, reconocer el estilo de apego que aprendimos y la única forma que sabemos de amar. No es gratuito estar con quien estamos, o de estar compartiendo con la soledad producto del miedo a vincularnos, bajo la premisa que es mejor estar solos que “mal” acompañados.

Se trata de conocer el antídoto consistente en el amor propio, en mejorar la opinión que tenemos de nosotros mismos, en cuidar nuestra persona y evitar criticarse y despreciarse. Es mucho más prometedor felicitarse por aquello que hacemos y considerar que, de estar con una pareja, será porque la elegimos y no porque la necesitamos.

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