Una familia tóxica unida, permanece unida

Siempre se nos ha dicho que la familia es la célula de la sociedad, y de hecho lo es, aunque no siempre termina siendo el núcleo bajo el cual se construye de forma sana la personalidad de cada uno de sus miembros. En ocasiones, bajo ciertas dinámicas y patrones comportamentales, constituye la cuota inicial en la formación de síntomas de enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, junto a características psicológicas relacionadas con la inseguridad y la incapacidad para tomar decisiones.

Las familias tóxicas se crean a partir de hábitos de comportamientos dañinos en los que prevalece el irrespeto a la individualidad de sus miembros, creándose un clima de agresión psicológica y social bajo presiones económicas y de desprotección, interrumpiendo el crecimiento y desarrollo adecuado de los hijos y demás familiares.

Quizás podría ser cierto que “familia unida, permanece unida” aunque con ciertos límites que no traspasen la individualidad y la autonomía de sus miembros, sin embargo, es el primer signo de que algo está fallando: cuando NO se está allí por convicción sino por obligación.  

Las personas contaminadas por familias tóxicas y patológicas reprueban en seguridad y autonomía, y terminan siendo víctimas de una necesidad de aprobación que les acompaña en diversas actividades de la vida cotidiana, inclusive, cuando de encontrar pareja se trata, pues de antemano, se someten a una serie de condiciones dictadas por quienes refieren la autoridad en casa.

Existen familias que son exactamente lo contrario a lo que se ha predicado a través de los tiempos, que son “la fuente de amor puro y sincero”. A veces son las que generan situaciones de estrés psicológico de manera permanente en la que algunos de sus miembros se sienten incapaces de tomar sus propias decisiones, pues de antemano son amenazados con castigos económicos, de desprotección y pérdida de la herencia. Eso sin hablar de creencias religiosas relacionadas con el pecado.

El sometimiento ejercido en casa conlleva a reacciones de intensa ira y dolor, a creer que sólo podrán ser amados por los miembros de su familia, y a tener relaciones conflictivas aprendidas en el seno familiar. En otros casos, a causarse daño para confirmar que “sólo la familia” podrá amarlos de manera desinteresada y sin condicionamientos impuestos por otras personas.

El chantaje amoroso constituye el diapasón que afina los instrumentos utilizados para retener a quien se quiera ir de casa, esto evidenciado a través de frases como “nadie te va a querer como lo hacemos nosotros”, o “esa pareja no te conviene”, o “es que queremos lo mejor para ti”. Aunque quizás tengan razón, esto crea temor a equivocarse, miedo a decidir por su propia cuenta y sobre todo, a no ser perdonado en caso que deba volver porque las cosas no funcionaron. Al final, es un “amor” de sometimiento y obediencia.

Se hace importante reconsiderar el amor fraternal en casa de una manera mas sana, que no constituya una zancadilla en el desarrollo de cada uno de sus miembros. El amor de una familia es importante, pero en ocasiones es mal usado porque mata y destruye de una manera lenta y pausada. Recibir la herencia genética de alguien no es motivo de sometimiento, manipulación y coacción. Tampoco es condición indispensable para permanecer allí.

Los seres humanos evolucionamos en inteligencia y aprendizajes, asuntos que nos van indicando qué familiares dan afecto y cariño y cuáles obligan a permanecer en un molde del cual no se debe salir. La base de cualquier relación familiar es el respeto hacia la creación de la propia identidad y la búsqueda de espacios individuales elegidos por cada persona.

En una familia tóxica que no deja ser ni crecer, los miembros aprenden a ser reactivos, lo que los incapacita en su desarrollo afectivo saludable.

Omar Amador

Psicólogo clínico, especialista en psicoterapia cognitiva y magister en psicología. Es docente universitario e investigador en psicopatología, psicología clínica y prevención de la conducta suicida. Fundador y actual director de Promental.